Escribe: HÉCTOR CARLOS REIS*
Todas las artes se originan en la imaginación creadora y son su expresión más genuina. Esto es así porque en las artes sólo se construyen mundos imaginarios por el mero deleite; por la simple necesidad del artista de crear. No hay intento de convencer a otros. El artista piensa y hace su obra por la necesidad de expresar su creatividad y para darla a los demás. Se puede argüir que muchos artistas comercian con su arte pero esto se produce por cuestiones culturales relacionadas con los sistemas de organización social y por el hecho profesional: si su modo de vida es el arte debe ponerle un precio para vivir de su trabajo. Cuando el artista intenta imponer su criterio, es decir coercionar a los demás para llevarlos a su punto de vista, comienza a hacer crítica de arte o más bien filosofía del arte. Construye un sistema o escuela y compite con otras escuelas por agregar adeptos a su punto de vista. Todo esto es una deformación del arte, aunque es preciso admitir sucede muy a menudo y esta frecuencia tiene motivaciones socio-culturales, el artista en sentido puro crea simplemente por una necesidad de su imaginación y por el simple hecho de expresarse. Las artes constituyen un poderoso elemento expresivo de nuestra identidad humana. Sólo los homo sapiens hacemos arte como una necesidad. Algunos otros animales, por ejemplo los chimpancés, pueden lograr ejecutar "obras pictóricas" pero, en los casos que ha sucedido, lo hacen como un juego e instigados por el humano experimentador. Sólo nosotros tenemos la imperiosa urgencia de ejecutar algo como manifestación de creatividad. A veces el arte se expresa en pequeños detalles que pasan desapercibidos para un observador no habituado. Todos los seres humanos en algún momento de nuestra vida ejecutamos algo con un sentido creador y artístico. Como pormenor cotidiano y de escaso significado pero revelador de la búsqueda estética los humanos en nuestro arreglo personal de alguna forma buscamos todos los días una armonía ya sea en colores o formas. El uso de adornos o en la misma vestimenta se revela tal búsqueda; lo mismo acontece con las maneras sociales de convivencia, saludos, requiebros, etc. Las artes en escala mayor, pintura, escultura, literatura, etc. son un producto de personas con una alta creatividad y necesidad expresiva pero todos podemos hacer arte. El requisito es sentirnos libres para poder canalizar por el medio elegido ésa necesidad. El escritor, por ejemplo, quiere expresar sus sentimientos, emociones, opiniones y conocimientos por medio de una narración, de una historia o de una investigación que, manifestada con palabras utilizando la poderosa herramienta que es el lenguaje, llegue a un destinatario lector. Dependerá de los pensamientos que exprese y de la forma como lo haga el que su mensaje llegue con mayor o menor fuerza; sin embargo los escritores tienen un grave problema: para llegar a sus lectores necesitan imprescindiblemente que se publiquen sus obras. La manera de hacerlo es a través de una editorial; el problema es que las editoriales no leen las obras que se les presentan. Quizás un justificativo de ello es la enorme cantidad de oferta y la escasa calidad de la gran mayoría; pero ¿cómo detectamos una buena obra si no la leemos completa? Hojear o leer el primer capítulo no es suficiente. El drama del artista escritor inédito es terrorífico. Como las editoriales publican lo que se presume será un éxito (en forma legítima buscan esto pues si no hay negocio no pueden continuar editando) se basan en parámetros hipotéticos. Por ejemplo que ése autor haya tenido éxito en otra actividad o sea conocido a través de medios masivos de comunicación, radio, televisión, prensa. Es evidente el auge de periodistas que escriben libros y que se los publican. Las editoriales barruntan que la nombradía en el periodismo asegurará la promoción adecuada para el libro; en algunos caso sucede así pero el éxito suele ser efímero. No es lo mismo la crónica periodística (que merece consideración y respeto) que una obra literaria o ensayo (¡qué también merece respeto!). En éste último caso el trabajo de creación y de producción es mayor; una novela, una novela-ensayo o un ensayo requieren una profundidad en la tarea que lleva al artista creador a renunciar a lo superficial, lo vano o lo fugaz; su búsqueda es de mayor continuidad en el tiempo. Los grandes escritores perduran y precisamente éstos fueron los que tuvieron mayores dificultades para publicar sus obras al comienzo de su carrera. El hecho de no ser leídas sus obras en las editoriales demoró su detección. Muy pocas veces alguien las lee, pero ¿coincidirá la valoración que haga con la de otros?, ése solo criterio aislado ¿es suficiente para determinar el valor de una obra? ¡Cuántos autores habrán quedado en el camino inéditos! ¡Cuántos famosos en otros medios (radio, televisión, etc.) logran publicar trabajos de dudosa valía! Como dije, el drama de los escritores es atroz. Los artistas pintores y escultores tienen similar problema. En la sociedad contemporánea las artes tomaron otros carriles para sobrevivir. La era de la computación exige nuevas formas de expresión pero siempre habrá un artista creador detrás de cada intento. El producto creado se cotiza en el mercado como si fuese un artículo de consumo; la publicidad (que en sí misma es una forma de creatividad) incide sobremanera en el éxito o masividad de su aprobación. Así la obra de arte se confunde con el éxito que frecuentemente es efímero. Los artistas suelen ser mejor comprendidos luego de su muerte; uno de los motivos es que se adelantan a su época. Las obras de los grandes artistas y autores son valoradas tiempo después y eso prueba también su continuidad y persistencia.
En el arte, al igual que en la filosofía especulativa, se emplea la imaginación pero se le agrega un condimento substancial que lo diferencia de la referida filosofía: la expresión emocional. Los objetos del arte sirven como símbolos que expresan estados emocionales. Tanto el artista como la persona que mira o escucha las obras de arte, ponen significados emotivos en los objetos físicos ya sea que estén hechos de pintura aplicada sobre una tela o de sonidos producidos por instrumentos musicales o de palabras e ideas expuestas en un libro o en un monitor de computadora. La expresión simbólica de éstos significados emotivos representa un valor que aspiramos a gozar. La actividad humana persigue un fin, cuando éste es de índole estética, es decir que busca la belleza, hablamos de arte. Cuando con nuestra conducta hacemos una elección exhibimos valoración y ésta puede expresarse por impulsos espontáneos, sin reflexión, por mera intuición. Esta forma de captar el arte es la que nos hace decir: "me gusta o no me gusta" tal obra. En cambio los críticos de arte juzgan si algo es "bueno o malo"; como ésta valoración dependerá de sus gustos personales suelen equivocarse y luego la posteridad acepta obras que fueron rechazadas en su momento (el ejemplo de la pintura impresionista francesa es típico). Quizá la mejor forma de acercarse al arte sea gustar o no gustar, si produce o no produce alguna emoción, o simplemente si para cada uno tal obra nos agrada o no nos agrada. La filosofía es para reflexionar, el arte es para gustar. Los críticos hacen filosofía al juzgar; filosofía del arte pero filosofía al fin. Por eso las obras de arte perduran; porque los gustos pueden variar y lo que en una época no agrada puede, sin embargo, gustar en otro tiempo. De allí la enorme importancia que tienen las artes en la cultura. Platón y Aristóteles [el centaurino agrega Descartes, Kant y otros] son historia, evocaciones como simple dato de la imaginación; sus pretensiones de acceder al conocimiento sólo por la vía especulativa los llevó a ése nivel. En cambio si se hubiesen contentado con hacer poesía o literatura ahora serían mejor apreciados, al menos por el centaurino. El centaurino rescata a los presocráticos Aristarco de Samos, Tales y Anaximandro de Mileto, Hipócrates de Cos, Anaxágoras de Clazomene, Demócrito de Abdera, como los auténticos experimentadores y buscadores del conocimiento en la antigua Grecia. El arte es impulso creador; es imaginación y deseo; es emoción expresada en una obra; es gusto; es búsqueda de belleza; es placer; un ornato de la vida humana que nos diferencia de los otros animales. Gustar del arte es sumergirse en un mundo imaginario pero sin pretensiones de conocimiento. Puede inspirarse en el conocimiento de cada época pero no pretende erigirse en certeza o búsqueda de la "verdad", sólo ambiciona agradar, dar placer. La búsqueda de placer es una constante en la cultura porque quizá nos ayude a tener algo de felicidad, esa tibia sensación de bienestar. Muchas veces los artistas son incomprendidos por sus congéneres pues actúan de manera diferente al consenso general y los humanos segregamos a los distintos pues nos sentimos más seguros en la confortable unidad del grupo. El artista es individualista y resiste la homogeneidad de los grupos y a los "jefes de la horda" contemporánea. Esta resistencia a los jefes que mandan, que detentan el poder delegado por el grupo, hace a los artistas seres odiados pero al mismo tiempo amados, en compleja ambivalencia. Una de las razones de esta actitud social con los artistas es que ellos representan nuestros más recónditos deseos: son lo que nosotros quisiéramos ser y no nos atrevemos a ser. De allí que las actitudes, de algunos artistas, de desfachatez sean admiradas por los jóvenes en especial. El atrevimiento es sinónimo de rebeldía y la mayoría de los jóvenes son rebeldes o al menos deberían serlo por sus bullentes hormonas y por su inestabilidad emotiva consecuente. El centaurino considera que la verdadera rebeldía es aquella que emana de una genuina búsqueda y no la mera imitación de comportamientos. Imitar a los líderes fue el camino de los jóvenes hasta el momento y esto fue inducido por las ideas culturales de modelos que derivan de los sistemas cerrados de pensamiento. El mantenimiento del mecanismo de las creencias hace que la idea de modelo sea tan "natural". La educación de los jóvenes está basada en estos principios. Educar, en nuestra decadente cultura, es fijar en sus cerebros esquemas cerrados de comportamiento, entre ellos el modelo a seguir. Ser como los grandes jefes. Esto deriva de una idea de finalidad. Los fines se eligen; el conocimiento se busca. La propuesta del centaurino es de una nueva educación basada en la libertad, en la libre búsqueda y en el libre debate de todo ya que todo lo producido por el ser humano, es decir la cultura, estará sujeto a cuestionamiento en el siglo XXI.
La educación con libertad de pensamiento lleva a una activa participación del educando; ya no es un mero espectador y receptor de información que luego suele olvidar pues no fue elaborada por él. La búsqueda del conocimiento implica una inicial curiosidad (que los niños poseen naturalmente y que lentamente cercenan los adultos con engaños basados en el pensamiento mágico); luego el interés de comprender las cosas para mejorar la calidad de vida; finalmente el placer de manipular los conocimientos adquiridos haciendo experiencias y comprobaciones con el ornato del arte para embellecer la existencia haciéndola más agradable y digna de ser vivida.
La función del arte es cubrir la necesaria cuota de ocio y deleite. Hay algo adicional de gran belleza y trascendencia: el arte fija el instante... Si las emociones las canalizamos en el arte evitaríamos lo que sucede con el uso de las mismas en sistemas de pensamientos obsoletos. En el pensamiento mágico y más aún en el intento religioso la idea de placer está reprimida y se la castiga con el sentimiento de la culpa. Estos pensamientos causaron innumerables desdichas a la humanidad. El infierno sirvió como castigo eficaz para mantener a los siervos de la gleba durante toda la Edad Media sumisos y esclavos pero sobre todo no hubo indagaciones de nivel científico salvo los experimentadores alquimistas que eran perseguidos y quemados vivos por hechiceros. La tremenda idea del castigo eterno, la más sádica de las ideas: la del infierno. Esta monstruosidad que tuvo su apogeo en la Edad Media y que aún continúa vigente para algunos es acoplada a la idea de un alma inmortal. Esta alma inmortal es la que sufriría ese castigo eterno. Definido como el permanente llanto y el eterno crujir de huesos y rechinar de dientes en medio de un fuego que quema sin consumir. El centaurino recuerda las lecturas de los cuatro definitivos Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan; y de Agustín, Gregorio el Grande, Dante Alighieri y Tomás de Aquino, en donde se expone ampliamente esta idea: el fuego eterno para los malos. Los malos son aquellos que los "buenos" dicen o también malos son los otros pues nosotros somos los buenos. Las emociones nos han llevado siempre a las contiendas; el amor y el odio son el motor de los conflictos junto con los intereses. Precisamente hay un ejemplo que es clave: las ideas. La génesis de las mismas se produce por cuotas, a veces elevadas, de raciocinio, en cambio (una vez generadas) en lugar de debatirlas, las defendemos con elevadísimas cuotas de emoción. Transformamos las ideas en órganos de nuestro cuerpo, las internalizamos carnalmente y las defendemos como si nos las fueran a extirpar ante la menor oposición. Y todo esto en lugar de debatirlas, aportando cada uno parte, para llegar a una mejor. Esta defensa (en lugar de debate) de las ideas lleva a la intolerancia y al conflicto donde se elimina al más débil o al que tiene menos poder. Esto hizo la Inquisición, con el poder eliminó a los que no compartían sus dogmas; no permitió el debate; quemó vivos a los herejes. Con el terror del infierno impuso el miedo. Durante dos milenios este miedo condujo a la barbarie de la ignorancia. Precisamente lo contrario de lo que hace la ciencia, donde las ideas se debaten y se ponen a prueba. Toda hipótesis científica es sometida a rigurosa controversia, se experimenta, se comprueba y si pasa todos los exámenes puede constituirse en regla aceptada...hasta que una nueva pueda substituirla si se verifica que es correcta y mejora la anterior. Este carácter de autocorrección de las ciencias hace de las mismas el modo de conocer mejor que inventó el ser humano; muy superior al intento de modo de conocimiento de las creencias que se basan exclusivamente en la fe y no admiten refutación pues son dogmas cerrados, permanentes, intangibles, indelebles, perpetuos, revelados, no experimentados, incomprobables y emanados de una entidad divina a la cual no tenemos acceso salvo por la creencia y por vía de supuesto o axioma indemostrable. El intento de modo de conocimiento de las creencias es primitivo, es decir, una manera de explicar las cosas propia de estadíos primarios donde no existía desarrollo científico y tecnológico o éste era rudimentario. La ignorancia precientífica era mantenida con el miedo al infierno y a sus demonios, sólo la ciencia y la tecnología pudieron arremeter finalmente después de dos mil años de oscurantismo para llevar a la especie homo sapiens por un camino de mejoramiento y progreso reales. Canalizar las emociones a través del arte ayudaría a evitar conflictos. Las emociones manifestadas en el arte causan placer y bienestar coadyuvando junto con las ciencias y la tecnología a la felicidad del ser humano. El arte puede llegar a las fibras más íntimas y hacernos sentir placer sin culpas, evitando el ciclo anterior engendrado por las creencias de placer con culpa. Además la necesaria cuota de imaginación y de deseos se puede desarrollar a través de una manifestación artística sin producir daños de ningún tipo. Ciencia y tecnología más arte y ética pueden constituir la base de un futuro desarrollo de nuestra especie, independizándonos del pensamiento mágico que nos tiene atrapados en círculos estúpidos y dañinos. Ahora estamos en condiciones de analizar un poco más profundamente qué cosa es esto de la ciencia. *Nacido en el barrio de Parque Patricios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Concluida su educación básica, realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde obtuvo el título de Bachiller Nacional. Más adelante, en la Universidad Nacional de Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, se recibió tanto de procurador y de Abogado. No conforme con sus logros académicos, publicó colaboraciones en la Revista "Todo es Historia" que dirigía el Doctor Félix Luna (1925 - 2009), en los números de diciembre de 1986, además de enero, febrero y abril de 1987. Como mejor síntesis el doctor Félix Luna en su revista "Todo es Historia" Nº 235 de diciembre de 1986 para presentarlo, utilizó las siguientes palabras para definir mi método: "El doctor Héctor Carlos Reis es abogado, pero sus inquietudes exceden en mucho el marco de su profesión.
Ha incursionado en diversos campos de la ciencia y demuestra una notable capacidad para relacionar circunstancias que, siendo aparentemente inconexas, definen procesos de una neta significación. TODO ES HISTORIA ha encargado al doctor Reis la seccción que se inicia en esta edición."
Es autor de novelas, de ensayos, de libros cinematográficos, de relatos cortos sin contar un esmerado estudio del dibujo o la pintura, a las que hasta la fecha se dedica con enorme intensidad.
No obstante, resulta casi imposible resumir la basta obra de un ser humano enamorado del saber, quizás algo introducido dentro de sí mismo pero de vocación o práctica solidaria, cuyos trabajos de manera increíble permanecen en su inmensa mayoría inéditos.
Seguramente la causa resida en esa vieja obstinación de celebrar el arte en privado, pero sin perder jamás la pasión por el debate, la incorporación permanente del saber ni de inculcar la solidaridad, los valores éticos del bien, a forma de una suerte de "método científico" a la hora de concebir y vivir la vida.
En la actualidad, entre otras tareas, Héctor Carlos Reis brinda colaboraciones en este suplemento.
Nota de editor: El director de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y del suplemento ARCÓN CULTURAL, Carlos Alberto Ricchetti, quiere agradecer y hacer pública la participación tanto voluntaria como gratuita de tan prestigioso intelectual, celebrando poder contar con su enorme amistad).
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