El joven músico Junior Jean fue asesinado cuando entraba vestido de mariachi a un local bailable.
Escribe: LUPE CECILIA CASTILLO*
La primera vez que te vi me impactaste tan fuerte que no aguanté las ganas de volverte a contemplar tantas veces cuanto pude, tras la publicación de la canción, “Madre, no volveré a la hora de la cena”. Rindes apología a la irreverencia, al emerger del ataúd de forma descarnada, sin los tapujos moralistas e hipócritas en que el sistema nos ha adormecido. Te dejas sentir auténtico hijo del pueblo.
Te inmortalizas Junior Jein en tus canciones, fuiste insignia de relevante dignidad. Sin miedo, concurriste sincero y valiente al repeler a esos asesinos que ostentan la espeluznante impunidad, retumbaste desde el dolor prominente. Eres eco incisivo contra quienes se lucran de la guerra.
No estabas de cuerpo presente Junior Jein, cuando inaugurábamos en Pasto el mural “Para el amor todo, para la guerra nada”. Era un diez de octubre del 2020, ese día, desde colectivos sociales, una ONG, agremiaciones sindicales e institucionalidad homenajeábamos tu nombre corriendo tu canción, llorando esa verdad tan reiterativa, tan macabra de saber que muchos jóvenes, jamás volvieron a la hora de la cena. Nunca imaginamos que este acto de homenaje tan sensible, fuera una premonición antedicha a ti. En ese evento, fluía la unidad popular espontánea, abrazos, esperanza y dolor en la misma ánfora del país que tenemos. Éramos contubernio absoluto, parces y parches de una sola causa. Mientras tú le cantabas a los caídos del Valle del Cauca, sin dejar de mencionar al resto, nosotros pincelábamos la memoria de nuestra juventud masacrada en Samaniego, rendíamos homenaje a sus familiares y honrábamos a la primavera que se iba inmolando en varios lugares.
Del igual dolor e impotencia por la juventud masacrada en un cañadulzal de Cali y la indignación de masas al gritarle a Duque cuando se pavoneaba en Samaniego, “no estamos todos, nos faltan nueve”, de las mismas lágrimas y gritos de padecimiento desgarrados en todos los recodos del país, nos levantamos con el puño, el pinc, el concierto musical, el recital, el performance, la escopetarra, los malabares, el cincel, la capucha, el escudo, la efigie, el cartel, la arenga, acervo de arte colectivo, EN ALTO.
Por fortuna de muchedumbres, el arte es inmortal y la burguesía autonombrada “gente de bien”, es huérfana de esta dote, no le queda tiempo para fines tan inconmensurables como él. Es que pintar, cantar, bailar, soñar no se cuenta en botines materiales, se disfruta a plenitud desde lo más subjetivo, desde la empatía entre masas en todas las coordenadas, en todos los tiempos y en todas las culturas. Homenajeándote Junior Jein, rendimos honor a todos los caídos, desaparecidos, mutilados, a mujeres violentadas, a nuestra niñez gaseada en sus propias casas, a la juventud que aún está encarcelada y que han juzgado injustamente.
Junior Jein, anfitrión de la vida, entrañable artista. Grito sensible contra la orden subliminal y macabra que asesinos a sueldo cumplen religiosamente. […] “joven farc” decía un twit y de inmediato cayeron tantos jóvenes bajo el rigor de las balas mortuorias. No se requiere ser tan ingenuo como para no discernir sobre las órdenes verbales y las acciones mediáticas de cumplimiento.
Junior Jein, cantaste los moretones y heridas de barriadas, las balaceras contra manifestantes indefensos, los refulgentes blancos de la tal “gente de bien” descargando sus metrallas contra el pueblo, el eructo a pollo del pobre uribista que se cree que votando por la ultraderecha, que algún día se hará riquillo. Vociferas los andrajos deshilachados de tu gente, y de la mía, la precariedad de la vendedora de dulces en los parques.
Con tu swing viajas parce a otra dimensión, tranquilo porque nada ni nadie lograron arrebañarte al conformismo, porque también el racismo te pudo haber puesto trincheras y de ellas salías para seguir cantando. Tu legado es inmortal como activista del bien común. Escindiste con el puñal de tus versos los trazos de la desigualdad, de la injusticia, de la corrupción y barbarie y las formas como nos perpetra el narcogobierno. Legas la certeza que eres representante de nuestra identidad. Sensible a las penurias del pobrerío, eso fuiste hermoso pétalo erguido sobre largos y espinosos tallos. Nos vemos proto Junior Jein, mientras tu música vibra entre callejas.
El estallido social rinde homenaje a tu memoria. Renaces como todos los caídos. Tus ciegos asesinos olvidaron que eres semilla, que resurges en el afecto de los seres que compartieron contigo tantos avatares, resuenas desde las melodías que interpretaste, en cada rebelión de masas. Sos acuarela, rocío, surco multiplicado en miles.
Esperamos, Junior Jein, como en todos los casos de nuestros y nuestras activistas sociales asesinados, que se haga justicia de forma oportuna y ejemplarizante.
Buen viaje poeta. Tu voz se multiplica entre el pueblo que te llora.
*Activista, poeta y escritora. Integrante de ¡Uyayay! Colectivo Poético
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